Empecé este blog con 16 años y otro nombre (Dime que series ves y te diré cómo eres). En un principio solo hubo cabida para las series de televisión, pero más tarde amplié el contenido a todo aquello con un mínimo de ficción, incluso la propia vida. Decía Susan Sontag en Contra la interpretación que «en las buenas películas existe siempre una espontaneidad que nos libera por entero de la ansiedad por interpretar». Pero Carrie Bradshaw también decía en la excelente Sexo en Nueva York: «No pude evitar preguntarme».

sábado, 4 de febrero de 2017

Lo breve bueno

Poca tele y cine veo últimamente. Tiene sus pros y sus contras. No veo todo lo que me gustaría estar viendo (Loving, Toni Erdmann, la segunda temporada de The Man in the High Castle) pero lo poco que veo, lo escojo con sumo cuidado para su casi seguro disfrute. Ha sido el caso de la cuarta y final temporada de la serie Rectify, el documental Muerte en León (Justin Webster, 2016), la película Little Men (Ira Sachs, 2016) o la serie Sé Quién Eres, cuyo mayúsculo entretenimiento me llevó a escribir sobre ella. Bueno, también he tenido tiempo de leer finalmente A sangre fría de Truman Capote.

Rectify, en su cuarta temporada, resulta más luminosa y esperanzadora que nunca
Con respecto a la serie de SundanceTV (aquí una introducción a su peculiar mundo), es de agradecer que el tono del último volumen haya sido un poco más luminoso y la ficción no haya desbarrado en su intento de desmarcarse del típico whodunit (porque a Rectify nunca le interesó quién había matado a quién). En tiempos de discursos de odio, sus últimos episodios abogan por el perdón y la redención en vez de por la venganza. Apuesta por el futuro esperanzador de sus personajes. El final es onírico tal y como la serie lo fue especialmente durante sus primeros capítulos con un Daniel respirando a bocanadas un mundo nuevo tras veinte años en la cárcel. Una poesía en imágenes que Capote, por ejemplo, también trasladó en palabras para cerrar una novela de no ficción demasiado cruda por momentos. El escritor le cede el protagonismo al héroe de la historia y mediante flashback, apuesta por la vida entre las tumbas de un cementerio.

En el caso de Muerte en León, documental de cuatro entregas de Movistar+ que se une a esta nueva ola del true crime ya sea en el género documental, (The Jinx, Making a Murderer), el radiofónico (Serial, Le llamaban padre) o de ficción (American Crime Story), sí que interesa quién mató a quién y el 'entre bambalinas' de un crimen y un juicio que abrieron informativos durante semanas: el asesinato de la política leonesa Isabel Carrasco. Al igual que ya ocurriese durante los últimos compases de The Jinx, Muerte en León también se encarga de arrojar un twist aunque no de tal magnitud como aquel micrófono abierto delatador de hace dos años. En el caso español es -spoiler- cuestión de llamadas telefónicas nunca puestas en duda, fin del spoiler


La intro de Muerte en León es una declaración de intenciones y casa totalmente con el tono del documental
Muerte en León, al igual que hiciese aquella primera investigación de Serial con Baltimore, también realiza una radiografía de una ciudad y una España manchadas de corrupción. El giro más loco del documental de Movistar+, más propio del culebrón tipo Scandal o How to get away with murder, es -aviso de spoiler- la posibilidad de que Carrasco tuviera un interés sexual hacia la hija de su verduga, fin del spoiler. Y lejos del Fresh Blood de Eels que ilustra con suma mala baba la intro de The Jinx, Muerte en León inicia dicha radiografía en los mismísimos créditos de manera más sombría y seria.  Por cierto, si hay algo que agradecer a la creación de los periodistas Webster y su colega Enric Bach -procedente del Salvados de Jordi Évole- es el rehuir de una abusada reconstrucción de los hechos; son sólo pequeñas píldoras sobre los minutos clave del crimen que nunca muestran más de lo debido. En The Jinx sí que fueron más explícitos con las reconstrucciones. Aún así, me da la sensación de que las investigaciones periodísticas de The Jinx y Serial tuvieron mayor repercusión (no sólo en términos de audiencia) en los casos investigados. ¿Dónde está ahora mismo Robert Durst? Exacto.

En la deliciosa Little Men, capaz de abstraerme en un día pre-exámenes, no hay ningún fiambre pero sí algún que otro muerto metafórico que los personajes deben cargar sobre sus espaldas. Little Men, al igual que ya ocurriese con su prima hermana Love is Strange (Ira Sachs, 2014), pertenece a esa ficción en la que parece que no pasa nada pero está pasando de todo. Como en su día ocurriese con Mad Men. Sachs y su colega Mauricio Zacharias consiguen que cada elipsis y fundido a negro funcionen como un reloj suizo y aunque su médula sea aparentemente la amistad entre dos chicos adolescentes neoyorquinos, existen muchos frentes abiertos cotidianos alrededor. La cinta no adoctrina ni tiene un único discurso (*) dejando total libertad al espectador que forme un veredicto, si es que llega a alguno. Me parece peculiar cómo Sachs y Zacharias utilizan la muerte como elemento catalizador tanto en Love is Strange (último acto) como en Little Men (primer acto). Peculiar también cómo el cierre de ambas películas abre aún más la historia: el futuro esperanzador del adolescente. Ya sea probando las mieles del primer amor o acudiendo a un museo con sus nuevos compañeros de instituto.

(*) Me quedo con uno de sus tantos mensajes: en la vida todo es cuestión de equilibrio y de confiar en las capacidades de uno mismo. O esa rabia acumulada descargada del progenitor contra el hijo descubriéndole un secreto: los padres también son humanos. Y se equivocan.

Ejemplo de perfecta elipsis en Little Men
Por cierto, ya que he hablado de una producción de Movistar+, qué menos que mencionar Tabú de Jon Sistiaga. Su segundo volumen (Y al final, la Muerte...) está dedicado al óbito y cuyo riesgo no reside únicamente en el qué se cuenta sino también en el cómo, con un despliegue técnico que en la televisión española en abierto tan sólo podría ser equiparado con el de Salvados (laSexta). Aquí, la voz en off y reflexiones de Sistiaga sí encogen el pecho no como los del Chester de Risto. Este segundo volumen tan sólo consta de 5 entregas de una hora de duración. Rectify tiene 30 episodios. Muerte en León, 4 entregas. Little Men no llega a los 90 minutos. Sé Quién Eres -viento en popa tras el tercer capítulo- sólo tendrá 16 episodios.  Lo bueno, si breve, dos veces bueno.

Ah, ¿recordáis quién era también muy buena en las elipsis? Mad Men.

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