Empecé este blog con 16 años y otro nombre (Dime que series ves y te diré cómo eres). En un principio solo hubo cabida para las series de televisión, pero más tarde amplié el contenido a todo aquello con un mínimo de ficción, incluso la propia vida. Decía Susan Sontag en Contra la interpretación que «en las buenas películas existe siempre una espontaneidad que nos libera por entero de la ansiedad por interpretar». Pero Carrie Bradshaw también decía en la excelente Sexo en Nueva York: «No pude evitar preguntarme».

jueves, 22 de diciembre de 2016

Este tuerto ve muy bien

Aura Garrido (izq) y Cayetana Guillén Cuervo (dcha) en El Ministerio del Tiempo
Columna escrita el jueves 15 de diciembre | ¿Recuerdan ustedes, ávidos espectadores capaces de resistir la modorra de la siesta, aquella teleserie diaria que Telecinco se sacó de la manga llamada Un golpe de suerte? Yo tampoco. Era verano (y la siesta veraniega no se perdona). Duró tres telediarios (pobre Toni Cantó, la protagonizaba junto a Carmen Morales...) y quien le comió la franja de emisión fue Sálvame durante aquellos primeros y gloriosos años de expansión y anexión en Mediaset España. En televisión -como en la profesión, en los estudios o en el amor- a veces (muchas) es cuestión de suerte. De ensayo y error. De probar y probar y quizás dar con el campanazo. A veces no es suerte sino persistencia y buen hacer como el de Aquí la Tierra, el enésimo programa de TVE sobre meteorología y gastronomía que poco a poco se ha ido erigiendo como el espacio más visto de la poco atractiva tarde de La 1. Esta misma semana ha comenzando la grabación de la ya tercera temporada de El Ministerio del Tiempo. Con Hugo Silva (Mamma mia!) a jornada completa. Sin Rodolfo Sancho. Quién nos diría que la serie más marciana de TVE (La 2 ya cobijó en su día dos temporadas de Plutón BRB Nero de Álex de la Iglesia) sobreviviría durante dos años a un conservador Consejo de Administración y unas audiencias inferiores a otras que habían mandado a anteriores ficciones nacionales de la pública al cementerio. Quizás haya sido un golpe de suerte que la serie se estrenase en una TVE necesitada de ficción aplaudida por la crítica especializada más allá de Cuéntame cómo pasó. Ya saben, en un mundo de ciegos, el tuerto es el rey. Quizás el anuncio -siempre tardío- de nuevos episodios nos ha regalado a un Hugo Silva dando lo mejor de sí mismo tras el abandono temporal de Rodolfo Sancho (gracias Mar de plástico). Quizás ha contribuido que se estrenara en una época en la que la televisión a la carta, el ver los contenidos en diferido y las redes sociales son el pan de cada día. No hay serie más transmedia que El Ministerio del Tiempo. O si no... que se lo pregunten a los mandamases de Antena 3; los fans de Mar de plástico podrán elegir el final definitivo de la serie que se emitirá el próximo lunes 19: "¿Justicia o venganza?" Cuestión de suerte... Yo sólo espero que a TVE nunca se le ocurra dejar en manos del homo-videns el desenlace romántico-amoroso del personaje de Amelia (Aura Garrido) en El Ministerio del Tiempo: ¿Julián (Rodolfo Sancho) o Pacino (Hugo Silva)? Yo apuesto por Irene (Cayetana Guillén Cuervo). Ah, eso sí, este tuerto tiene vista de lince.

sábado, 17 de diciembre de 2016

Una bofetada llamada 'Please Like Me'


Aviso, spoilers de toda la serie | ¿Hablamos de Please Like Me? Y no en inglés. Ya hice el ridículo en su momento. Dos años y dos temporadas después, la serie australiana continúa sin alcanzar techo en cuanto a calidad. El gran salto cualitativo de su primer año al segundo no sólo fue un portazo al manido segundas partes nunca fueron buenas sino el preliminar a una tercera temporada de aúpa. Sus tres primeras temporadas -26 episodios de menos de media hora- están disponibles ahora en Netflix España. Ha llovido bastante desde 2013 en el tiempo interno de la serie creada, escrita y protagonizada por Josh Thomas. Según el propio protagonista, durante el quinto capítulo de la cuarta temporada [del que más tarde hablaré], han pasado 4 años. Casi los mismos que en nuestro mundo. Me hace gracia toparme con una aclaración del post linkeado de la vergüenza: "Well, Geoffrey returns as fast as he goes away again. The reason? His father's death. This may prove that death is one of the tv show's main themes too"/ "Bueno, Geoffrey regresa igual de rápido que se va otra vez ¿La razón? La muerte de su padre. Ésto podría demostrar que la muerte es uno de los temas principales de la serie también".

Durante la primera temporada de Please Like Me, Josh Thomas decidió cargarse a la Aunt Peg, quién previamente se había encargado de defender la homosexualidad del protagonista ante el sermón homófobo de un cura durante su misa. Con la revelación de que Rose -la madre de Josh, el protagonista- se había intentado suicidar al final de la primera temporada y por ende su enfermedad mental, la posibilidad de un segundo intento de suicidio estaba sobre la mesa. Pero al igual que sucedió en un inesperado golpe maestro orquestado por A dos metros bajo tierra, el espectador de Please Like Me podría haber olvidado tal peligro al igual que el propio Josh. El 4x04 ('Degustation') era el último aviso: Rose parecía estar en su mejor momento desde la muerte de Aunt Peg, el divorcio con Alan tras las numerosas infidelidades, su intento de suicidio y posterior internamiento. Pero la realidad (*) aplastó todo tipo de esperanzas: Rose acaba suicidándose en el quinto episodio de la cuarta temporada. El espectador no lo ve; se entera al mismo tiempo que Josh, quien la descubre en la casa de ella.  Todo ello mientras el foco está puesto en la salud de otro personaje: Ella, la nueva novia de Tom (una de los tantos aciertos de la tercera temporada). Si la primera mitad del capítulo saca la vena más sitcom de la serie, la segunda mitad abraza el drama -y como siempre- desde una naturalidad apabullante; mostrando incluso el humor necesario aunque impostado en la tragedia (la última cena entre Josh, Ella y Tom).

(*) Una realidad que ya en el 4x02 ('Porridge') hace acto de presencia con la ruptura entre la pareja formada por Josh y Arnold, protagonista casi absoluta de las dos anteriores temporadas. Una situación dramática que, sin embargo, Please Like Me se encarga de suavizar a golpe de Love yourself de Justin Bieber con la pandilla cantándola al final del episodio. Keegan Joyce (Arnold) ha liderado la faceta más musical de la serie: Chandelier de Sia (en el 3x02), Diamonds de Rihanna (en el 4x02)...,la pandilla también canta Someone like you de Adele durante la tercera temporada mientras se comen a su propia Adele, el gallo, en el 3x05 ('Coq Au Vin'). Please Like Me es una serie feminista y queer y el gallo -piensan que es una gallina para así tener huevos- llamado Adele sirvió como vehículo para hablar de género. Los sobados peludos del personaje de Ella es otro de los muchos ejemplos.

Ella, el personaje revelación de la serie.
Resulta además paradójico (la vida al fin y al cabo) que la muerte de Rose suceda en el mismo episodio en el que el personaje de Geoffrey regresa tras aquel 'Parmigiana' (2x03) en el que reveló que su padre había muerto. En este 4x05, Josh y Geoffrey hablan del futuro en el ya mítico jacuzzi. Josh no tiene ni idea de qué hacer con su vida (*). Tras el suicidio de Rose, su hijo no contacta con Geoffrey (ambos conocen el status de su relación) sino con Arnold, quien no coge el teléfono al estar ocupado en sus quehaceres sexuales tras la ruptura. Ya he mencionado la cena entre Josh, Ella y Tom -cómo éste intenta hacer algún que otro chascarrillo ante la inapetencia del protagonista- pero hay otra escena que duele: la llamada de Josh a Claire. La devastadora noticia vía teléfono. Claire es honesta: "I can think of literally nothing helpful to say. Like, there's just nothing in the world. [...] This is just one of those things that's gonna be really shit for a while. And then one day it's just gonna feel less shit"/ "No puedo pensar en literalmente nada útil que decirte. No hay nada básicamente en el mundo [...] Ésta es tan sólo una de esas cosas que va a ser una verdadera mierda durante un tiempo. Y algún día sentirás que es menos mierda". Al final, es su exnovia y mejor amiga (**) -con la que se ha distanciado- quien le espeta la dolorosa verdad. Pero el 4x05 de Please Like Me no cierra con los sollozos del protagonista sobre su cama sino con Rose. En la morgue. Una escena que podría resultar frívola -¿qué necesidad?- pero que resume a la perfección el cariño, el amor y el tacto con el que la serie es realizada. También es un recordatorio de cómo funciona ésto del vivir. Ahora no me atrevo a ver el 4x06, el último de la temporada. ¿Y de la serie? 

(*) En la línea de otros personajes como la Hannah Horvath de Girls. O Patrick de Looking aunque ya comenté este verano el gatillazo que supuso la serie de HBO.
(**) Fue Josh quien acompañó a Claire durante todo el proceso de aborto durante la tercera temporada, una trama que nos regaló uno de los mejores finales de episodio de la serie: Clarezilla.


Actualización tras ver el 4x06 de Please Like Me: Parece que Josh Thomas tenía en mente hacer volar por los aires la serie en su cuarta temporada. No lo critico pues la jugada le ha salido bien y más o menos ha resultado orgánico. La ruptura Josh-Arnold era algo que fácilmente podía intuirse tras el incómodo final de la tercera temporada; el suicidio de Rose y la ruptura Tom-Ella no, especialmente esto último. Aún así, si uno hace un repaso a estos nuevos 6 episodios, la decisión de Ella de finalizar la relación parece coherente. También ha sido trastocada la amistad entre Josh y Claire, quien ni siquiera acude al funeral de Rose. Ouch. Josh acaba conociendo el nuevo hogar de Claire por la muerte de Rose, algo que tristemente vuelve a unirles físicamente. El final de la cuarta temporada es reservado al verdadero y fundamental pilar de la ficción: la amistad entre Josh y Tom. Un detalle tonto: ¿puede reaccionar mejor Tom a la decisión de Ella? Eso sí que es un ejemplo de masculinidad alternativa. Él no monta en cólera; lo asume, comprende a Ella y encima continúa afirmado que es "la mejor". El finiquito de Tom-Ella es el sano contrapunto a la dramática ruptura de Josh-Arnold (que sirvió para regalarnos un episodio con Josh de cita en cita y chicos sexys a doquier).

martes, 22 de noviembre de 2016

Juego de Españas

Anda el personal revolucionado con la llegada e HBO a España. El personal que se ha enterado, me refiero. La casa de las ideas de las grandes series de televisión (no, no hablo de Juego de Tronos) llegará a nuestro país antes de 2017 pero, ¡sorpresa!, aún sin fecha concreta. Parece que los estadounidenses nos conocen mejor de lo que creíamos: nos gusta más un próximamente o un muy pronto que a un tonto (seriéfilo), un lápiz (Juego de Tronos). Y claro, como en aquellas vetustas batallas de contraprogramación entre Antena 3 y Telecinco para demostrar quién la tenía más larga (la audiencia), las nuevas plataformas de vídeo bajo demanda también sacan la artillería pesada. Movistar+ no ha tardado en sacar pecho (y espada) de que ella también posee los derechos de emisión de lo nuevo de Juego de Tronos, a ver si los españoles van a dejar de piratearla. Netflix España, por su parte, se conforma con prometernos que el 25 de diciembre podremos ver de nuevo a Miguel Ángel Silvestre en paños menores y orgías en la segunda temporada de Sense 8. Y a mí lo único que me quita el sueño es cuándo volverá Alberto Márquez a Velvet. Me voy a ver Aquí no hay quien viva y Los Serrano a la TDT. Eso sí que es binge-watching.

lunes, 10 de octubre de 2016

Fariseísmo cotidiano


En un momento dado del noveno episodio de la primera temporada de Enlightened, titulado muy apropiadamente Consider Helen, el personaje de Helen (Diane Ladd) va a hacer la compra al supermercado y se encuentra con Carol (Barbara Barrie), una vieja conocida con la que entabla conversación. Hablan de cómo les va a la vida. A ellas y a sus hijas. El espectador desconoce si lo que Carol cuenta es verdad o no pero sí sabe que Helen no está siendo sincera del todo. Comenta que está feliz de que su hija Amy (Laura Dern) haya vuelto a casa después de que se divorciase de Levi (Luke Wilson) por temas de alcohol. Lo que no menciona es el aborto que Amy sufrió. Ni el tremendo ataque de histeria del primer episodio que le aparta del trabajo, la premisa de la serie.  Un tema que, sin embargo, es sacado por Carol al hablar de sus nietos. El personaje de Helen no resulta simpático al espectador durante los anteriores ocho episodios pero dicha conversación es el punto de inflexión para sentir compasión hacia ella. Palabrería cortés para fingir. Helen finge, no le queda otra.

Es lo mismo que le ocurre al protagonista de River, miniserie de BBC de seis episodios protagonizada por Stellan Skarsgård y escrita por Abi Morgan, responsable de los guiones de las películas Shame, La dama de hierro Sufragistas así como de la serie de televisión The Hour. River no es el clásico whodunit. Sí, el protagonista debe investigar un asesinato y la serie se enmarca dentro del género policíaco pero la premisa de la ficción va más allá. El personaje de John River se ve obligado desde pequeño a intentar encajar en un mundo que no es percibido por la mayoría de seres humanos como él: ve fantasmas. Detalle significativo que la serie ni esconde al espectador ni revela en forma de twist o cliffhanger. Todo lo contrario: es revelado a los pocos minutos de empezar el primer episodio. Tal premisa podría descarrilar y acabar siendo Entre fantasmas  pero aprovecha el elemento fantástico para añadir inteligentemente mayor emoción. "Just pretend"/ "Simplemente finge" le aconseja el nuevo compañero de faenas, Ira (Adeel Akhtar), a River cuando éste habla con el fantasma de turno.

Al final, River va sobre la pérdida y el duelo, sobre cómo determinados seres humanos se enfrentan a la muerte de un ser querido. También es una gran y preciosa historia de amor (*) a pesar del género al que pertenece tal como sucede con la película argentina El secreto de sus ojos (Juan  José Campanella, 2009). Se nota además la presencia femenina en el guion. River cuenta con tres personajes femeninos de aúpa: Chrissie, Stevie y Rosa. Y qué manera de utilizar la canción I love to Love (But My Baby Loves to Dance) de Tina Charles al principio y al final de la miniserie disponible en Netflix.

(*) "Sex is an itch to scratch. Love is an itch so far down your back that you can never scratch it with your own hand" / "El sexo es un picor que rascar. El amor es un picor tan abajo de la espalda que nunca puedes rascártelo con tu propia mano"

El 1x09 de Enlightened se trata de un -como lo llaman los angloparlantes- centric episode, es decir, un episodio dedicado en su totalidad -o casi- a un personaje protagonista o secundario. Girls lo ha hecho este mismo año con el sexto episodio de su quinta temporada en el que el protagonismo es cedido al personaje de Marnie. Lo hizo también en la segunda temporada con aquel One Man's Trash (2x05) con Patrick Wilson como actor invitado. No sería la única vez que Enlightened cedería el protagonismo a otros personajes secundarios. Durante su segunda y última temporada, otros dos episodios serían protagonizados por los personajes de Levi (2x03)y Tayler (2x05), quien en dicho episodio dice una frase que podría resumir a la perfección ambas obras televisivas de uno y otro lado del charco: "Some pearls are neven found" / "Algunas perlas nunca son encontradas".

martes, 4 de octubre de 2016

La esperanza del reencuentro


Y ahora que están al fin vencidos, sentados frente a frente,
¿quién de los dos se atreverá a romper el silencio que los envuelve?
Somos siempre principiantes - Amor a traición

Si la memoria no me falla, Itsaso Arana comparte junto a Andrés Gertrúdix la escena final de Las altas presiones (Ángel Santos, 2014). Una pequeña película que sí llegó a las salas de cine pero a muy pocas y durante tiempo muy limitado. En dicha escena -lo siento, spoilers- ambos personajes están sentados en la sala de espera de un hospital. Él llega como paciente. Ella es médico. Se han conocido en una fiesta. Ella tiene pareja, él anda de regreso a su ciudad natal, Pontevedra. Durante dicha escena final, parece vislumbrarse un futuro esperanzador entre ambos. ¿Un posible romance? Itsaso Arana es una de las responsables de que La reconquista (Jonás Trueba, 2016) sepa a vida metiéndose en la piel de Manuela, quien regresa por Navidad a Madrid desde Buenos Aires. En este caso, la actriz (*) interpreta a un personaje sin pareja; es Olmo -Francesco Carril parece haberse convertido en el muso y alter ego de Jonás Trueba- quien sí tiene pareja, una Aura Garrido cuya breve aparición -como ya sucediese en Los ilusos- eleva la calidad de una película que ya de por sí me ha ganado antes de su irrupción en el ecuador de la misma. La reconquista es el relato del reencuentro de Manuela y Olmo, dos treintañeros que se hicieron descubrir el primer amor quince años antes.

(*) También en algún proyecto televisivo como Carlos, Rey Emperador o aquella adaptación española de Entre fantasmas que se marcó Telecinco, El don de Alba.

En La reconquista, Trueba continúa mostrando al espectador todo tipo de referencia -por no decir recomendación- cultural, como por ejemplo la literaria, ejemplificada en La montaña mágica de Thomas Mann o Crímenes imaginarios de Patricia Highsmith. En Los ilusos, es mencionado Édouard Levé y su Suicidio. En Todas las canciones hablan de mí, lo es La ignorancia de Milan Kundera. En su última película, Trueba le cede la banda sonora a Rafael Barrio, quien además hace de padre de Manuela. En Los exiliados románticos, es Tulsa no solamente la banda sonora sino también el motor de la trama. En Los ilusos hay un concierto en un piso a cargo del grupo El hijo. A los personajes de Trueba les gusta ir a conciertos. 

Pero en La reconquista, también vemos bailar a sus dos protagonistas. Y pasear por, parece ser, el rincón favorito de Madrid del director. Aquel que sirve de escenario para la declaración final de Todas las canciones hablan de mí. Olmo y Manuela quedan quince años después de su romance adolescente. Él acaba confesando a su novia que Manuela sigue igual. La novia no se anda con rodeos: "¿Os habéis liado?". "No" -Olmo dice la verdad -"pero he bailado". La cita de los ex-tórtolos acaba durando muchas más horas de lo que ambos imaginan, prologándose desde la tarde hasta la mañana del día siguiente. La reconquista es fácilmente la mejor película de Jonas Trueba hasta la fecha hablando de lo que mejor se le da: el amor. El paso del tiempo. La pareja. La melancolía. El recuerdo. El discurso de la película parece entroncar con la opinión del personaje de Andrea (Bárbara Lennie) en Todas las canciones hablan de mí. La Manuela de 15 años siente vértigo ante las palabras en boli bic de Olmo. ¿Toda la vida juntos? Ella quiere experimentar, vivir. Lo bueno y lo malo.

sábado, 24 de septiembre de 2016

Extraño amor


Sin spoilers | No me gustó Keep the lights on (Ira Sachs, 2012), aquí mi reseña allá por febrero de 2013. Intuyo el porqué. Los porqués. ¿El primero? En aquellos momentos -abandonar la universidad temporalmente, tener que cerrar una historia de ¿amor? que me hizo más mal que bien- necesitaba ficción light, comedias tontorronas o happy places como el que encontré en Antes del atardecer (Richard Linklater, 2004). Me reconfortó, sin embargo, la recta final de la primera temporada de la dolorosa serie de televisión In treatment; encontré una palmadita en la espalda por parte de una ficción que trataba algo nuevo en mi recién descubierta vida adulta: el sillón de un psicólogo. Keep the lights on no fue un buen menú: una descorazonadora historia de amor entre dos hombres. Más que entristecerme, me aburrió. Meses antes me atreví con Brokeback Mountain (Ang Lee, 2005) con opuesto resultado: me entristeció muchísimo.

¿El segundo porqué? La sombra de Weekend (Andrew Haigh, 2011), una película que, como las dos citadas anteriormente, aborda el romance entre dos hombres homosexuales y que no sólo encapsula a la perfección la fugacidad del mismo -un fin de semana-  sino que retrata con honestidad una generación y una minoría social. He aquí mi reticencia hacia el cine de Sachs cuando, sin embargo, tiene en su currículum dos laureadas obras cinematográficas. Sus dos últimas para más inri:  Love is Strange / El amor es extraño (id, 2014) y Little Men (id, 2016), traducida al español como Verano en Brooklyn (¡méh!)y cuyo estreno en nuestro país será el próximo 21 de octubre. Hace unos días me atreví con Love is Strange. No es usual que un largometraje esté protagonizado por dos hombres homosexuales y menos en la sesentena/setentena. Siempre tengo en mente el caso español de 80 egunean / En 80 días (José María Goenaga & Jon Garaño, 2010) con dos mujeres de avanzada edad y homosexuales. 

Pero Love is Strange no sólo habla de la relación sentimental de casi 40 años entre dos hombres -y las consecuencias de su boda tras la legalización del matrimonio homosexual- sino que abarca múltiples temas con la convivencia y el amor como epicentro: el de toda una vida, el de una unidad familiar, el adolescente. Nunca imaginé a John Lithgow y Alfred Molina tener tanta química en pantalla. Marisa Tomei es la roba-escenas. Aviso, spoilersEl guion no da puntada sin hilo hasta cuando la casualidad emerge: el ángel británico camino a México con un chollo de apartamento. Dicha casualidad sirve después para prender la mecha de una conversación sobre la fidelidad y descubrir un poquito más del pasado de la pareja protagonista. Entiendo la postura del espectador estafado con la elipsis temporal durante los últimos compases de la película e incluso ese final al más puro estilo Boyhood (Richard Linklater, 2014). 

En mi opinión, la elipsis sirve para dotar de mayor significado el que, se intuye, es el último encuentro del matrimonio. Un matrimonio que por determinadas circunstancias se ve obligado a vivir sus últimos días como novios adolescentes con sus pros y sus contras. ¿Y el final? Coherente tanto con el título de la película como lo expuesto a lo largo de la misma: sabia nueva a punto de conocer el amor. Fin spoilers | Hay un diálogo sobre una pieza musical entre el matrimonio y particularmente una frase que resume Love is Strange: "Bueno... cuando la pieza es tan romántica, no hay necesidad de adornarla". Postura que coincide con la del torturado personaje de Isabelle Huppert en La pianista (Michael Haneke, 2001): "La música no es puramente descriptiva. Y no está remojada en indiferencia y sentimentalismo".  En Love is Strange también hay un pianista (Alfred Molina) y la banda sonora está repleta de partituras para piano.

martes, 20 de septiembre de 2016

Días de podcast

Días de radio (Woody Allen, 1987)
Sin spoilers | Leo sobre el fenómeno podcast en Papel. En Estados Unidos, no en España. El artículo comienza con la referencia obligatoria: Serial, el hit radiofónico de finales del año 2014 que nadie esperaba. Hubo críticos de televisión que incluso incluyeron dicho podcast en las listas de las mejores series del año. ¡Series! Cierto es que se trataba de un género -el true crime(*)- a punto de estallar en televisión. Poco más tarde vendrían The Jinx (HBO), Making a Murderer (Netflix) y The People v. O. J. Simpson: American Crime Story (FX). Hasta la llegada de Serial, mi único coqueteo con tal formato radiofónico fue Yo disparé a J.R., dedicado al mundo de las series de televisión y co-creación de los blogueros Pere Solà de Crítico en Serie y Marina Such de El diario de Mr MacGuffinNo lo escucho pero qué menos que nombrar La sexta nominadapodcast dedicado al séptimo arte y en concreto a la carrera de los Premios Oscar.

(*)Género literario/cinematográfico/televisivo de no ficción en el que el autor examina un crimen real y los detalles de las acciones de personas reales. La "novela" A sangre fría de Truman Capote es una de las pioneras.

La primera temporada de Serial es de escucha obligatoria ya no sólo por lo entretenida que es -llegué a dudar en un principio si se trataba de un falso documental- sino por las repercusiones mediáticas y especialmente judiciales que tuvo y sigue teniendo dos años después. Un verdadero boom. De tal expansión que incluso fue material de especulación la relación entre su periodista Sarah Koenig y el (otro) protagonista de la historia: Adnan  Syed. Una de las tantas virtudes del debut de Serial fue la "estrecha" relación entre entrevistadora y entrevistado, algo que The Jinx también perpetuó y utilizó como gancho en su sexta y última entrega con un giro de guion -más propio del cine- que desencaja la mandíbula. Las dudas de Sarah Koenig sobre el testimonio del entrevistado, aunque a veces torearan la ética profesional, era uno de los tantos elementos que enganchaban de mala manera.

Dicha conexión entre entrevistador y entrevistado también la encontré más tarde en otros dos programas de radio en el polo opuesto del true crime. Sus nombres son Death, Sex & Money y Fresh Air, presentados por Anna Sale y Terry Gross respectivamente. Se podría afirmar que el primero es deudor del segundo. La baza de ambos podcasts es la entrevista, la conversación. Con personas famosas y anónimas. Tan sencillo como eso. También es cierto que Anna Sale se "desnuda" mucho más ante sus oyentes que Terry Gross, dedicando incluso un episodio a su ahora marido y padre de su primera hija. Un pasaje anecdótico -y romántico- debido a la presencia de un senador de Estados Unidos. Gracias a ella, acabó haciéndose pública la relación sentimental entre Sarah Paulson y Holland Taylor tras entrevistar a esta última. Taylor habló de su nueva pareja sin revelar su nombre pero los medios ataron cabos y Paulson acabó confirmándolo.

Holland Taylor no es la única actriz de renombre que ha pasado por los micrófonos de Death, Sex & Money, también Jane Fonda y Ellen Burstyn, ambas en dos series de Netflix: Grace & Frankie y House of Cards respectivamente. ¿Más nombres de la televisión y el cine? Danielle Brooks y Diane Guerrero (ambas en Orange is the new black), Tituss Burgess (Unbreakable Kimmy Schmidt), Jeff Daniels, John Cameron Mitchell (en cuya entrevista habla sobre su paso por Girls), Ken Jeong (Community), Margaret Cho o Desiree Akhavan entre otras figuras como comediantes, guionistas y cantantes. Durante las entrevistas, todos ellos hablan de sus temas personales de una manera totalmente alejada del peor periodismo rosa. 

Pero también hay espacio para testimonios anónimos que sirven de vehículo para abordar temas como las enfermedades mentales, el autismo, la muerte de un hijo o una pareja, el vivir solo, las experiencias cercanas a la muerte, la ausencia de sexo, la infidelidad, la relación entre los hermanos; la vida de una trabajadora sexual, la de los habitantes de Nueva Orleans diez años después del huracán Katrina o la de un director de una funeraria. Mientras que Fresh Air incide más en el aspecto profesional del entrevistado, Death, Sex & Money va más allá. Un ejemplo: Terry Gross entrevistó en agosto a Meryl Streep por Florence Foster Jenkins (Stephen Frears, 2016). Casi toda la entrevista está enfocada a la profesión de Streep, a la película pertinente y a su relación con los musicales; cierto es que Streep comenta su adolescencia pero siempre a colación de sus dotes vocales. Gross salió a la palestra la semana pasada por una inoportuna pregunta a la medallista olímpica Abby Wambach sobre su orientación sexual. [Actualización viernes 23 de septiembre] Esta semana Gross ha sido también noticia pero por algo muy distinto y más positivo: su condecoración por parte de Barack Obama con la National Humanities Medal. La locutora lleva en Fresh Air desde ni más ni menos que 1975. Lo más "gracioso" del tema es que este año también ha sido condecorado un español: el chef José Andrés.

Debido a esta oleada de podcasts desde el otro lado del charco, Prisa Radio (La Ser, Los 40 Principales) se ha apuntado a la moda con Podium Podcast. Una moda que en nuestro país -según el reportaje de Papel- no cuaja. Llegados a este punto, podríamos afirmar que en España tenemos nuestro propio Serial. ¿Su nombre? Le llamaban padre  a cargo del periodista Carles Porta. Un podcast de siete entregas de 20 minutos de duración cada una que gira en torno a un tema demasiado espinoso como para -en un principio- entretener. Lo hace a pesar de todo y en su último episodio, hay una declaración muy reveladora: la de una persona que se siente culpable por todo lo ocurrido -un crimen que se extiende a lo largo de más de una década- a pesar de que el principal culpable haya sido condenado.

Le llamaban padre parece por momentos la versión radiofónica y en fascículos de Equipo de investigación (laSexta) con sus zooms incluídos. Sin embargo, obviando algún que otro recurso instrumental (*), el programa resulta entretenido si uno tiene estómago suficiente. Todos los testimonios tienen algo qué contar y dan forma a una historia que nunca abraza el sensacionalismo. Como bien dice Carles Porta en la despedida, él deja que cada espectador saque sus propias conclusiones. Él no juzga como sí hace por ejemplo Sarah Koening en la primera temporada de Serial. Lo de su segunda temporada es ya otro cantar...

(*) En vez del zoom de la imagen, aquí se emplea la repetición de un dato importante de manera "distorsionada". A veces este dato ha sido ofrecido en anteriores entregas.

domingo, 18 de septiembre de 2016

Cuestión de percepción

Una de las escenas más emotivas de Flebag
Sin spoilers | Getting On y One Mississippi no son las únicas series que he podido disfrutar este verano, también he catado Doctor Foster y Fleabag, ambas protagonizadas por una mujer, ambas británicas y ambas de la BBC para más inri. Pero no pueden ser más distintas entre sí. Doctor Foster fue emitida en BBC One en 2015 mientras que Fleabag en BBC Three vía online. Normal teniendo en cuenta ya no sólo la temática sino el target, es decir, el público objetivo al que va destinado principalmente. 

La protagonista de Doctor Foster es Gemma Foster (Suranne Jones), médico de familia en un pueblo -algo fundamental para explicar la dimensión del secreto y sus ramificaciones-, casada y con un hijo. La mecha es un pelo rubio en la bufanda de su marido (Bertie Carvel) que le presta. Más allá de hasta dónde llega la obsesión de Gemma por ese pelo, es interesante ver cómo la percepción de la protagonista de sí misma no casa con la del resto de los personajes satélite, incluso la de su propia familia. En un momento dado a lo largo de los cinco episodios de la serie, un personaje le suelta a la protagonista que nunca había visto en ella lo "salvaje" -feral es la palabra utilizada- que se suponía que era según la descripción del marido. Gemma no es la misma persona durante los primeros compases del primer episodio que en último y no porque la revelación en torno a la cual gira la serie le haya cambado -que también- sino porque en cierto modo sale a la superficie una personalidad de la que ella no es del todo consciente. 

Sin embargo, si hay algo que Doctor Foster hace muy bien es no posicionarse: ¿quién es la víctima y quién el verdugo? ¿Quién es el/la villano/a de la función? Gemma nunca llega a caer mal (*) y el guion está diseñado para que el espectador "disfrute" con las perversidades que se le ocurren a medida que la bola de nieve se va haciendo más y más grande hasta llegar a un capítulo final donde, sí, hay sangre. Y dónde uno acaba estremeciéndose por el polémico desenlace de la historia (**). Doctor Foster podría ser nuestra Gran Reserva patria.  Un culebrón bien hecho -sin necesidad de ambientarlo en otra época-, de factura técnica impecable e interpretaciones que hacen creíble todo lo narrado. Por ahí está Jodie Comer, personaje clave donde los haya, quien también ha protagonizado Thirteen este año en BBC Three y fue una roba-escenas durante las tres temporadas de My Mad Fat Diary como mejor amiga de la protagonista. 

(*) ¡¡Spoiler!!: en el cuarto episodio se pasa de la raya al afirmar que la infidelidad de su marido es peor trago que la muerte del marido de su excompañero de trabajo.
(**) ¡¡Spoiler!!: En torno a la violencia de género. La protagonista hace creer a su marido que ha matado al hijo de ambos para luego demostrarle que no ha sido así; la reacción del marido es golpearla contra el cristal de una ventana.

De Fleabag, sin embargo, no tenemos ninguna ficción española con la que compararla. Sí estadounidense aunque la comparación sea odiosa (como su protagonista): Girls. Seis episodios de menos de media hora de duración sobre la vida de una mujer que básicamente está perdida. Una hermana, un padre, una madrastra y dos cadáveres a las espaldas que explican el porqué de todo lo que cuenta esta dramedia. Una serie narrada exclusivamente desde la percepción de su protagonista -Phoebe Waller-Bridge es la creadora, guionista y protagonista- que incluso rompe la cuarta pared. Es por ello que nos ponemos de su lado. Es una historia narrada desde su egocéntrico punto de vista. Un descenso a los infiernos de su protagonista con muchísima mala baba y un humor negro que en ocasiones escuece. 

Flebag hace comedia de un material inflamable, digno de un dramón. Aquí aplaudimos cuando ella, harta de los desaires de su madrastra, tira la bandeja en plena galería de arte. Pero también nos reímos con el gag de la menstruación en el metro. Al final del cuarto episodio, la protagonista le cuenta a un personaje clave: "I just want to cry... all the time" / "Tan sólo quiero llorar... todo el rato". Después de gags sobre consoladores y hombres gritando "Sluts!" a muñecas de plástico, emerge un momento de brutal honestidad. Fleabag es un manual de instrucciones del "entre broma y broma, la verdad asoma". 

[Doctor Foster sí fue renovada por una segunda temporada. Fleabag aún no, acaba de ser estrenada en Amazon en Estados Unidos]

El clímax de Doctor Foster durante el quinto y último capítulo es pura tensión

viernes, 16 de septiembre de 2016

Cáncer, humor negro y (no)ficción

Momento en el que Other People me ganó con referencia al 5x10 de Six Feet Under
Sin spoilers | Other People (Chris Kelly, 2016) podría catalogarse como otra-dramedia-indie-sobre-cáncer. Y con toda la razón del mundo. Hace justo un año recomendaría la también dramedia-indie-sobre-cáncer Me & Earl and The Dying Girl (Alfonso Gómez-Rejón, 2015), traducida en España como Yo, él y Raquel. Sí, el enésimo caso de pérdida en la traducción. Ambas tienen algo en común: Molly Shannon. Bueno, y personalidad propia. Saltan del drama a la comedia más que dignamente y se permiten incluso el lujo de la meta-referencia. La dupla masculina protagonista de Me & Earl and The Dying Girl es amante de los clásicos cinematográficos y se dedica a reconvertirlos a su manera (¿Brew Vervet?); el co-protagonista de Other People -Jesse Plemons- es guionista de Saturday Night Live y se dedica a escribir guiones de pilotos que no acaban de convencer a las cadenas de televisión. Sobra decir que el personaje de Jesse Plemons es el álter ego de su director, Chris Kelly, cuyo guion es autobiográfico.

Cierto es que Me & Earl and The Dying Girl encaja más en el género coming of age (*) de corte independiente como Las ventajas de ser un marginado (Stephen Chbosky, 2012) o The Diary of a Teenage Girl (Marielle Heller, 2015) mientras que Other People emparenta mejor con 50/50 (Jonathan Levine, 2011) Si en Me & Earl and The Dying Girl, Molly Shannon interpreta a la madre -dada al alcohol- de la protagonista con cáncer, en Other People da vida a una madre con cáncer. Plemons (**) es su hijo cerca de la treintena y... homosexual, algo que influye y mucho en la narración. ¿Puede existir algo más mono y "achuchable" que Jesse Plemons con pluma? Sólo hay una escena de sexo y aún así es de aplaudir que salga con el torso desnudo.

(*) Las imprescindibles y españolas El Sur (Víctor Erice, 1983) y Cría cuervos... (Carlos Saura, 1975) podrían enmarcarse dentro de tal género.
(**)A lo tonto ha desfilado por tres de las grandes series del siglo XXI: Friday Night LightsBreaking Bad y Fargo.

¿Recordáis la serie The Big C protagonizada por Laura Linney? Un intento más bien fallido de Showtime de hablar sobre el cáncer desde el humor negro pero sin negarse a la lágrima fácil (*). Ambas películas lo hacen con éxito y sus intérpretes están francamente bien, por no decir que en algunos casos estamos ante una de sus mejores interpretaciones como es el caso de Molly Shannon, quien en otras circunstancias ya estaría siendo tema de conversación por su carrera al Oscar. Otra serie, recién salida de ese horno llamado Amazon, que también habla del cáncer -ya superado- es One Mississippi, co-creada por Diablo Cody (creadora de la marciana United States of Tara) y Tig Notaro, quien además la protagoniza. Al igual que Other People, One Mississippi es en cierto modo autobiográfica al seleccionar pasajes de la vida de Notaro: su cáncer de mama, una doble mastectomía, la muerte de su madre y un serio problema digestivo. Sólo hay que esperar unos minutos para darse cuenta del tono de la serie cuando el hermano de la protagonista -al ir a recogerla al aeropuerto- le suelta un "Oh, my God, you look like shit" / "Oh, Dios mío, estás hecha una mierda". Y al igual que con el personaje de Anjelica Huston en Transparent, One Mississippi se atreve a enseñar las cicatrices de la doble mastectomía en una escena de sexo. Lésbica para más inri. Seis episodios muy recomendables. Y un personaje secundario sorpresa: Bill, el padrastro de Tig.

(*)Bueno, démosle crédito a sus dos primeras temporadas al menos. La tercera es un despropósito y el personaje del marido tocó fondo con su egocentrismo junto al de Susan Sarandon. ¿Quién la convenció para semejante arco argumental?

Bill es el personaje estrella de One Mississippi como padrastro de Tig

jueves, 15 de septiembre de 2016

'Getting On', la enésima joya escondida de HBO

El cuarteto protagonista de Getting On
Sin spoilers | Hasta 2018 HBO "vivirá" de Juego de Tronos y así lo ha estado haciendo desde su estreno hace ya cinco años. Hubo una época que vivió de Los Soprano entre 1999 y 2007 si bien es cierto que no se hizo con el Emmy a Mejor Serie Dramática hasta 2004 en su ya quinta temporada. También vivió de Sexo en Nueva York. Boardwalk Empire fue un intento -a medio gas- de hacer ruido crítico y mediático. Aun así, se ganó 5 temporadas y 56 episodios entre 2010 y 2014. Sin embargo, al final ha sido el género de la fantasía y una adaptación literaria los artífices de que la mayoría de las veces que el nombre de la cadena sea mencionado en el presente, sea gracias a Juego de Tronos. En octubre llegará la ansiada Westworld con Jonathan Nolan (creador de Person of Interest) como co-creador de esta también adaptación literaria. A todas luces parece ser el parche cuando el invierno de Juego de Tronos se apague. Esta vez será la ciencia ficción y el western el pretexto/contexto en vez de la fantasía medieval.

Pero HBO es algo más que grandes producciones. Ahí está por ejemplo ese experimento delicioso -pero muy doloroso- llamado In treatment, una serie que HBO emitió diariamente como exigía el formato: un psicólogo (Gabriel Byrne) atiende a un paciente cada día de la semana hasta que el viernes es a él a quien le toca visitar a su psicóloga (Diane West). También está Enlightened, un regalo a/de Mike White que duró tan sólo dos temporadas pero permitió brillar con luz propia a Laura Dern. Un mágico relato sobre cómo es posible cambiar el mundo que cuenta con una protagonista al principio muy insoportable. ¿Y Hung? De ésta si que no se acuerda nadie, ni el más seriéfilo. Una serie sobre un prostituto cuyo ataque más flagrante fue no mostrar el pene del protagonista. Acabó haciéndolo en su tercera y última temporada en la cual salió Stephen Amell -el protagonista de Arrow- demostrado sus pocas dotes interpretativas. Hacía de gigoló. Cierto es que fue una serie más propia de Showtime -al estilo de Weeds, United States of Tara o The Big C- pero cuenta con una coprotagonista -antiheroína total- llamada Tanya Skagle, la proxeneta del protagonista. Así es, invirtiendo los roles de género.

Niecy Nash, Laurie Metcalf y Alex Borstein de izquierda a derecha
Hay series pequeñas que sí hacen ruido aunque sea en el círculo de la crítica televisiva o algún que otro nicho de las redes sociales o la blogosfera como The leftovers o Girls. Ambas con un target muy, muy minoritario. Hay otras ficciones que ni eso, como ocurre con Getting On. Tres temporadas. 18 episodios. Remake de la serie homónima británica y casi ni pío sobre una serie excepcional. En mi caso, ya con la tentación de verla desde su estreno, el último empujón fue la triple nominación de Laurie Metcalf en los Premios Emmy 2016 por The Big Bang Theory, Horace and Pete y la susodicha Getting On. En la primera y segunda como Mejor Actriz Invitada de Comedia y Drama respectivamente y en la tercera como Mejor Actriz Protagonista de Drama. ¿De qué va exactamente Getting On? Está ambientada en un geriátrico de un hospital en el que las pacientes son exclusivamente mujeres. Podría decirse que sus protagonistas son también tres mujeres: Jenna James (Laurie Metcalf), Dawn Forchette (Alex Borstein) y Didi Ortley (Niecy Nash, Scream Queens). Tambien está Patsy De La Serda (Mel Rodríguez), cuya orientación sexual está muy bien llevada y resuelta. La calidad interpretativa del cuarteto es indudable.

Cada episodio cuenta cómo estos cuatro profesionales de la sanidad -cada uno en su "jerarquía"- equilibra su vida profesional y laboral. Llamar estrictamente comedia a Getting On sería un flaco favor aunque provoque carcajadas de echar y no mear gota con un humor a veces muy negro y otras, bastante basto. Eso sí, es excelente también dramáticamente al tratar con personajes ancianos y por consiguiente la muerte en cada episodio. Getting On nunca abandona el formato sitcom -rara vez se ambienta fuera del geriátrico y si lo hace es en sus alrededores- y dura menos de media hora. Y como buena "sitcom" que se precie, también cuenta con sus estrellas invitadas particulares. Molly Shannon (*), la omnipresente June Squibb, Frances Conroy, Rita Moreno, Carrie Preston, Rhea Perlman y un largo etcétera. Si os atrevéis con la recomendación seriéfila, Terry  Gross entrevistó en su programa radiofónico Fresh Air a sus creadores, Mark V. Olsen y Will Scheffer, también creadores de la serie de televisión de HBO Big Love. En la entrevista, la pareja -profesional y sentimental- habla sobre cómo se les ocurrió hacer un remake de la serie homóloga británica, el privilegio de rodar con actrices veteranas como Ann  Morgan Guilbert -Millie en El show de Dick Van Dyke- o incluso una entrañable anécdota sobre el compositor Billy Barnes, cuyo nombre es también el de la unidad de cuidados continuos.

(*) Quien casualmente participó en la segunda temporada de Enlightened como interés romántico del personaje interpretado por Mike White. Una de sus últimas películas es Other People (Chris Kelly, 2016) junto a Jesse Plemons (Friday Night LightsBreaking Bad) como madre con cáncer e hijo homosexual respectivamente. Casualidad o no, en 2015 interpretó a la madre de una adolescente con cáncer en Me & Earl & the Dying Girl / Yó, él y Raquel (Alfonso Gómez-Rejón, id). Molly Shannon, además, aparecerá en la nueva serie de HBO Divorce, el regreso de Sarah Jessica Parker a la cadena tras Sexo en Nueva York.

Molly Shannon aparece en varios episodios de la primera temporada de Getting On

lunes, 29 de agosto de 2016

El dolor más antiguo


Ayer vi La soledad (Jaime Rosales, 2007) y no logro despegármela de la cabeza. Ganó el Goya a Mejor Película y me aventuro a imaginar espectadores españoles yendo al cine a verla tras recibir dicho reconocimiento y sentirse "estafados". Esperarían "otra cosa". La tacharían de "aburrida". Dirían que "no pasa nada en dos horas". Tumbó en la competición a El orfanato (Juan Antonio Bayona) , Las 13 rosas (Emilio Martínez-Lázaro) y Siete mesas de billar francés (Gracia Querejeta). Entiendo a aquellos que bostezaran o se durmieran viendo la "mejor película española" de aquella cosecha. Sin embargo, La soledad es una proeza que roza el género documental, que sin pomposidades, muestra cómo la muerte impacta en la rutina de seres humanos normales y corrientes.

From here to the end, spoilers | La muerte de un hijo de 13 meses. La muerte de una madre de tres mujeres ya adultas. Sonia Almarcha -recientemente en Vis a vis como la jueza Lidia Osborne (*)- y Petra Martínez están espléndidas, se sienten de carne y hueso. Hoy, leyendo Paula (Isabel Allende, 1994), me topo con este fragmento: "Y entonces pensé que desde siglos inmemoriales las mujeres han perdido hijos, es el dolor más antiguo e inevitable de la humanidad. No soy la única, casi todas las madres pasan por esta prueba, se les rompe el corazón, pero siguen viviendo porque deben proteger y amar a los que quedan. Sólo un grupo de mujeres privilegiadas en épocas muy recientes y en países avanzados donde la salud está al alcance de quienes pueden pagarla, confía en que todos sus hijos llegarán a la edad adulta. La muerte siempre está acechando".

(*) En Vis a vis, el personaje de Almarcha también pierde a su hija. Algo que sin embargo tan sólo sirve para quemar trama y motivar aún más la sed de venganza de los Ferreiro.


Inmediatamente recuerdo una conversación entre Nate y Brenda en el noveno episodio de la primera temporada de A dos metros bajo tierra. Ella dice: “¿Sabes qué encuentro interesante? Si pierdes a tu cónyuge te llaman viuda o viudo, si eres un niño y pierdes a tus padres, entonces eres un huérfano. ¿Pero qué termino se utiliza para describir al progenitor que pierde a un hijo? Supongo que es demasiado horrible para tener un nombre.” No es la primera película de Rosales que veo, ya escribí hace dos años sobre Hermosa juventud (id, 2014). Si en su último largometraje, las consecuencias de la crisis económica es el quid del relato, lo es también en La soledad aunque más tímidamente; con el éxodo rural personificado en el personaje de Adela (Sonia Almarcha) y la burbuja económica a punto de estallar mientras la hija mayor del personaje de Antonia (Petra Martínez) sueña con una hipoteca en la playa a costa de su madre.

Lo que uno menos espera es que el terrorismo suponga el punto de inflexión -sobre todo cuando uno de los personajes padece cáncer- de una historia con la que inevitablemente todos nos identificamos en mayor o menor medida. Pero si hay algo que deja huella tras ver el largometraje es la culpa que quema al personaje de Adela. Incluso su marido se culpa así mismo y especialmente a ella por el fatídico destino de su retoño. Algunos tacharían de "gratuita" la escena de Almarcha completamente desnuda (*), secándose, tras salir de la bañera. Sin embargo, el ver como se seca prudentemente las cicatrices tras la tragedia anida en la retina del espectador. Hay una herida que nunca cicatrizará. Tras la muerte del infante, nadie se atreve a verbalizarlo hasta que Adela comenta a su padre que una vecina del pueblo le ha dado el pésame. La elipsis es una declaración de intenciones (**).

(*) No es el único desnudo de un personaje femenino. También protagoniza otro Nuria Mencía (Nieves) al ser ingresado su personaje en el hospital. La soledad cuenta con mayor presencia femenina aunque existen cuatro personajes masculinos -secundarios- relevantes: el padre y el compañero de piso de Adela, así como la pareja y el yerno de Antonia.
(**) Sucede lo mismo con la muerte de Antonia mientras hace la cama. Tras verla agonizar, lo próximo que presenciamos es la reunión familiar en el salón del disputado piso para repartirse los bienes.

El reencuentro de los progenitores -después de que ella ignore las llamadas del exmarido- me recordó a otras películas que abordan semejante material inflamable, como las dolorosas pero excelentes Rabbit hole (John Cameron Mitchell, 2010) (*), Tres colores: azul ( Krzysztof Kieslowski, 1993) y La desaparición de Eleanor Rigby (Ned Benson, 2013). No la recuerdo dolorosa pero sí excelente a Todo sobre mi madre (Pedro Almodóvar, 1999). Julio Medem también habla de ello en Lucía y el sexo (id, 2001) así como Habitación en Roma (id, 2010). La serie de televisión The Affair también se atrevió durante su debut al presentar a la coprotagonista, Alison (Ruth Wilson), como una madre cuyo pequeño hijo ha muerto.

(*) En España fue traducida como Los secretos del corazón, un lost in translation total. ¡Spoilers! El título original hace referencia a la afición por un cómic de ciencia ficción del responsable de la muerte del hijo. El matrimonio está formado por Nicole Kidman y Aaron Eckhart. Escribí sobre ella en el blog.

lunes, 8 de agosto de 2016

El arte de encapsular el tiempo


«A veces ocurre que estamos solos y absortos en un juego, y de repente, se alzan en la casa esas voces coléricas; seguimos jugando mecánicamente, metiendo piedras y hierbas en un montoncito de tierra para hacer una montaña. Pero, mientras tanto, ya no nos importa nada esa montaña, sentimos que no podremos ser felices hasta que la paz no vuelva a la casa. Oímos portazos y nos sobresaltamos; vuelan palabras rabiosas de un cuarto al otro, palabras incomprensibles para nosotros, no intentamos entenderlas ni descubrir las oscuras razones que las han dictado, confusamente pensamos que debe de tratarse de razones horribles, todo el absurdo misterio de los adultos pesa sobre nosotros. [...] Muchas veces está con nosotros un amigo que ha venido a jugar, hacemos con él una montaña, y un portazo nos dice que se ha acabado la paz. Muertos de vergüenza, fingimos estar muy interesados en la montaña, nos esforzamos por distraer la atención de nuestro amigo de esas voces salvajes que resuenan por la casa; [...] Tenemos la absoluta certeza de que en casa de nuestro amigo nunca hay discusiones, nunca se gritan palabras salvajes; en casa de nuestro amigo todos son educados y tranquilos, las discusiones son una vergüenza especial de nuestra casa. Después, un buen día, descubriremos con gran alivio que en casa de nuestro amigo también se discute como en nuestra casa, que se discute en todas las casas del mundo.»

Aviso, spoilers de las películas 'Boyhood' y 'Nebraska' | Natalia Ginzburg escribió Las relaciones humanas en Roma durante la primavera de 1953. Este texto sería publicado en la revista Terza generazioneEl fragmento señalado viene a colación por un largometraje al que hasta hace varios días no me había atrevido a hincar el diente, como todo clásico que se precie. Ya sea instantáneo o no. Hablo de Boyhood (Richard Linklater, 2014), cuya mayor hazaña es haber sido grabada durante doce años. Entre 2002 y 2013 concretamente. A los cinco minutos de comenzar la película, el protagonista, Mason (Ellar Coltrane), no logra conciliar el sueño mientras escucha a su madre, Olivia (Patricia Arquette), discutir con su novio. ¿El motivo? Los hijos de ella«I was someone's daughter and  then I was somebody's fucking mother» // «Fui la hija de alguien y entonces fui la puñetera madre de alguien». Algo contra lo que el personaje se revelará a lo largo de toda la película. 



Existe otra escena igual de reveladora, casi cincuenta minutos después. Olivia se ha casado con Bill (Marco Perella), un profesor de la universidad; cada uno de ellos añade a la unidad familiar otros dos miembros más. En dicha escena, los cuatro hermanos se encierran en una habitación tras su padre -alcóholico- montar en cólera durante la comida. Mason se "entretiene" viendo un sketch de Funny Or Die con Will Ferrell. No quise ver Boyhood en su momento por la ingente cantidad de hipérboles a favor de la criatura de doce años de Linklater. Tampoco tuve tiempo para escaparme a un cine en versión original por aquel septiembre de 2014: mi primer trabajo remunerado. Casi dos años son suficientes para desinflar el temido bizcocho de la expectativa y he de dar la razón a todos aquellos que encumbraron esta obra a los altares del séptimo arte. Boyhood (*) es, como reza su subtítulo español, básicamente momentos de una vida. No hay grandes escenas. No hay grandes frases ni diálogos. Tampoco hay un drama exacerbado (**). Ni siquiera hay una muerte (en pantalla); tan sólo un padrastro alcohólico. Bueno... dos.

(*) La cual iba a llamarse 12 years antes de irrumpir 12 Years a Slave 12 años de esclavitud. Lo mismo le ocurrió a la Julieta de Almodóvar después de que Scorsese hiciese oficial el nombre de su próximo título: Silencio.
(**) Lorelai Gilmore, la hija del director, pidió a su padre que matara a su personaje Samantha, la hermana de Mason. Él se negó.



Boyhood ya me tiene ganado durante sus últimos compases después de que el personaje de Olivia resuma el quid de la cuestión (la vida)«I just thought there would be more» «Tan sólo creí que habría más»Se avecina el síndrome del nido vacío después de que su segundo hijo se marche a la universidad. Pero va Linklater -o a quién se le ocurriera- y envuelve los créditos finales con  Deep Blue de Arcade Fire y me acaba por rematar. Tras dos horas y cuarenta y cinco minutos, cierra el telón Boyhood. Cierra el telón la vida. La de Mason. Me revuelve el estómago porque un servidor machacaba en la cadena de música [que le regaló su padrino por su comunión] el álbum The Suburbs de Arcade Fire cada tarde mientras estudiaba segundo de bachillerato. Eso o 1999 de Love of Lesbian. Dudo de que pueda volver a vivir un verano con tantos horizontes abiertos como el de 2012. 

Otra película a la que me había resistido a hincar el diente es Nebraska (Alexander Payne, 2013), una road movie en blanco y negro de cuyo libreto es artífice un desconocido Bob Nelson. Exceptuando a Will Forte (la gran sorpresa para mí), cuenta con un elenco protagonista de aúpa: Bruce Dern -padre de Laura Dern-, June Squibb (a la que recientemente he pillado en la minoritaria ficción de HBO Getting on) y Bob Odenkirk (Breaking BadBetter call Saul). Puede que Nebraska no relate doce años pero rezuma toda una vida, la de Woody Grant (Dern), a través de los diálogos y los descubrimientos que su hijo David (Forte) hace mediante la interacción con su propia familia o los habitantes del pueblo donde sus padres antes vivían. Nebraska podría ser hasta una reflexión sobre el recuerdo -más allá de la demencia senil (¿o es alzheimer?)- cuyo mayor exponente sería la disputa de toda la familia por quién prestó dinero a quién. Nebraska maneja a la perfección los fantasmas del pasado invocados durante el viaje, algo que por ejemplo la también road movie 'Grandma' (Paul Weitz, 2015) hace más torpemente. Boyhood y Nebraska abrazan tal simplicidad que las aúpa sin embargo a la complejidad narrativa. Si la primera acaba con un muchacho de 18 años, disfrutando de la infinidad del horizonte... la segunda finaliza con un padre y un hijo acercándose a ese horizonte que una vez creyeron perenne.

jueves, 28 de julio de 2016

Adiós 'Looking'

Spoilers | Me resulta difícil hablar de Looking sin desviarme hacia lo personal. Hablé de ella en febrero y marzo de 2014 sobre su primera temporada. Hay una escena en la TV movie de la serie de HBO en la que se evapora toda bilis en contra de una serie que me entusiasmó sobremanera en su primer año pero provocó una inesperada indiferencia en el segundo. Es la despedida entre Patrick (Jonathan Groff) y Kevin (Russell Tovey) en la boca de metro. Kevin le pide un último abrazo (*). Patrick acepta. Kevin le da un beso en la mejilla... y otro en la boca. Le toca el lóbulo de la oreja izquierda y posa su mano derecha en la mejilla. Y adiós. Ya está. Eso es lo que quería Patrick: cerrar un capítulo de su vida. De eso trata la TV movie de Looking también. De dar carpetazo a una serie que nunca se ganó el sello HBO. O sí. Y por eso mismo no cumplió las expectativas del espectador homosexual hambriento de una ficción que le hablase de tú-a-tú, algo que la discusión entre Patrick y Brady -el novio de Richie- pone de manifiesto. No me dolió la cancelación ("cancelación"). Tampoco me dolió decirle a Ben que no viniera a España. Que no se subiese a ese avión cuyos tickets ya había comprado. Pero empecé a echar de menos Looking. Empecé a echar de menos a Ben, en cuya cocina de Durham vi el quinto episodio de la segunda temporada con la ansiedad por las nubes de un país extranjero. Con la errónea medicación y una cajetilla de tabaco LM -que fumaba desde que viví con mi señor abuelo- que me ventilé. Pocos días después, tumbados en la cama de su hermana en Caldecote -antes de que Paula nos interrumpiera para bajar a comer- estuve a punto de pedirle ser pareja y monógamos, algo que Looking -al igual que Please like me (**) o Six Feet Under también han tratado- utilizó como dramático broche a su segundo volumen. «Me hubiese gustado ver una tercera temporada», me dije allá por febrero cuando sí regresó Girls por quinto y penúltimo año. Una serie que también me ganó en su temporada debut para perderme momentáneamente durante los primeros compases de su segundo año. Contra todo pronóstico, su tercera temporada me reenganchó y a día de hoy continúa siendo mi favorita. Este capítulo final es una apuesta sobre seguro y cierra más o menos los arcos argumentales de todos sus personajes sin nunca olvidar que su protagonista siempre fue un insoportable Patrick, un espejo en el que me he sentido reflejado en muchas ocasiones. Andrew Haigh y Michael Lannan han preferido decir adiós con un buen sabor de boca tras la amargura de la cancelación. La serie me perdió al centrarse tanto en el quién-acaba-con-quién, formando un agónico triángulo amoroso entre Patrick, Kevin y Richie que degeneró en un quinteto con Jon y Brady en la ecuación. La serie no se centró solamente en la deriva amorosa de su protagonista (algo que por otro lado resulta comprensible, ¿por qué apostar por la coralidad?) sino que perdió un poco de vista a Dom (mi personaje favorito, qué bien le sienta la barbaza a Murray Bartlett) y Agustín, cuyos arcos argumentales podrían haber sido más exprimidos. Eché de menos a Lynn (Scott Bakula)... Tan sólo hay que ver a qué queda reducido el personaje de Eddie en la película. Y aún siendo consciente del patinazo de la serie, la TV movie me ha reconciliado con la serie y sobre todo con Patrick. Y bueno... hemos podido disfrutar de Doris.  

(*) ¿Quién no ha pedido un abrazo en busca de un beso?
(**)Ved Please like me, una serie a la que sí se le da bien tener un protagonista homosexual y encima crear inesperados triángulos amorosos no solo una vez, ¡sino dos!