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Frances Conroy (Ruth Fisher) y James Cromwell (George) |
Hablemos de la muerte. De la vida. De la ficción que traspasa la realidad con técnicas narrativas que viran hacia la fantasía. O la ciencia ficción. Habréis oído hablar multitud de veces de ella. Habréis dicho
de este verano no pasa sin que la vea para que dejen de dar el coñazo con que es la serie de mi vida.
A dos metros bajo tierra marcó un hito en HBO junto a otras series como
Los Soprano y
Sexo en Nueva York. No nos olvidemos de
Oz, la eterna desdeñada. O aquella que nadie vio en su momento y ahora se rescata en pack:
The Wire.
Six Feet Under como miembro
vip de la ¿verdadera? edad de oro de las series ha tenido hijas de nuestro tiempo:
Shameless,
United States of Tara,
Transparent,
Casual. Incluso
The Big C. Todas ellas se erigen en torno a una familia atípica cuyo ojo del huracán puede ser el oficio, la enfermedad o la identidad de género. Jill Solloway, creadora de
Transparent,
reconoció la similitud entre ambas series. La también productora ejecutiva y guionista de
SFU -creada por Alan Ball, guionista de
American Beauty y padre de la también marciana
True Blood- más tarde se embarcaría junto a Diablo Cody en aquel
tour de force de Toni Collete en Showtime llamado
United States of Tara que descubrió a Brie Larson, sí, la posible
Captain Marvel. Pero ninguna de ellas -solamente
Transparent- se acerca tanto al enigma que nunca tiene respuesta: la delgada línea roja que separa vida y muerte y en la que hacemos malabarismos todos los días. ¿Es necesario hacer una presentación de la serie? Tan solo tenéis que saber que es una familia que regenta una funeraria. Aquí dos reseñas que no hacen justicia a la serie: de
2011 y
2013.
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Peter Krause (Nate Fisher) y Rachel Griffiths (Brenda Chenowith) |
Six Feet Under cumplió 15 años el pasado viernes 3 de junio. Todas sus temporadas -a excepción de la segunda y la tercera que comenzaron en marzo- dieron su pistoletazo de salida alrededor del 40 de mayo. El verano le sienta bien a la serie. Una serie tan dramática y oscura con la claridad de Los Ángeles de fondo es mejor ver en época estival con menor carga lectiva o laboral. Para saborearla. Sufrirla en el mejor sentido seriéfilo de la palabra. Mi primera vez con
SFU fue en 2011. Bueno, mentiría. No recuerdo cuándo pero hubo anteriormente intentos frustrados de ver el piloto. Nunca pasaba del segundo episodio hasta que lo hice la primera quincena de julio.
¡Click! No recuerdo el día. Recuerdo que volví de estar una semana en Fuenteguinaldo (Salamanca), perderme el Orgullo (aún estaba en el armario) y tener ganas de volver a ver episodios de
Queer As Folk. Finalicé su primera temporada por cortesía para descubrir que
A dos metros bajo tierra me hablaría también de la homosexualidad desde una perspectiva que yo pedía a gritos. A día de hoy, quince años después, el discurso (los múltiples y contradictorios discursos) de la serie continúa intacto y más fresco que nunca. Hay series que envejecen pero cuando tratas temas tan universales y atemporales,
chronos no acecha, todo lo contrario: encumbra. ¿Fue
A dos metros bajo tierra una adelantada de su época? Con la burbuja del
remake,
reboot, precuela y secuela en su punto más álgido,
SFU es inmune. No hay manera de hacer una secuela (quienes-la-hayáis-visto-sabéis-porqué). ¿Para qué hacer una nueva versión cuando la original es como el vino? Los actores nunca estuvieron mejor y 63 episodios tampoco son para tanto. Eso sí, no son carne de maratón. En eso se parece a
The Leftovers. Hay que dosificarla para no caer en una tonta depresión que con una ducha de agua fría se quitaría. Lo más fascinante de esta quinceañera es que uno encuentra satisfacción en su desasosiego. Uno se siente más vivo que nunca durante el visionado. Resultaría tramposo afirmar que ahora se hace cine en televisión (*) cuando en realidad se perpetúa el "séptimo arte" en la caja tonta desde que puede despertar los mismos sentimientos y en eso,
SFU siempre fue una alumna aventajada. En, por ejemplo, hacerte llorar a moco tendido durante una hora con
All Alone, el décimo episodio de la quinta temporada. Una hora que a día de hoy sigue estremeciéndome más que por ejemplo la famosa secuencia final a golpe de
Breath me de Sia.
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Mi escena favorita de A dos metros bajo tierra [4.01] |
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