Canción: Mistery of Love
Autor: Sufjan Stevens
La película Call Me by Your Name (Luca Guadagnino, 2017) podría ser resumida por las tres canciones de Sufjan Stevens que forman parte de su banda sonora: dos originales (Mistery of Love & Visions of Gideon), compuestas exclusivamente para la cinta, y una anterior (Futile Devices). Mucho (y bonito) se ha dicho sobre CMBYN [«Ensalada de hormonas y frondosidad de emociones»] por lo que, a excepción de algunas notas personales, poco más hay que añadir sobre esta historia, adaptación de la novela homónima de André Aciman, publicada hace ya una década.
Esa tristeza casi insoportable, sobre la que canta Sufjan Stevens, es la que siente Elio (Timothée Chalamet, el rey de este erótico show) a sus 17 años cuando, sin comerlo ni beberlo (ese melocotonazo tiene mayor osadía en la novela), se encuentra inmerso en un affaire con un hombre de 24 años (Oliver, encarnado por un adonis llamado Armie Hammer). Quizás su primer affaire serio con alguien. Definitivamente su primer amor. Un amor, para más inri, de verano. Ese verano que durará toda una vida en el recuerdo.
Esa tristeza casi insoportable, sobre la que canta Sufjan Stevens, es la que siente Elio (Timothée Chalamet, el rey de este erótico show) a sus 17 años cuando, sin comerlo ni beberlo (ese melocotonazo tiene mayor osadía en la novela), se encuentra inmerso en un affaire con un hombre de 24 años (Oliver, encarnado por un adonis llamado Armie Hammer). Quizás su primer affaire serio con alguien. Definitivamente su primer amor. Un amor, para más inri, de verano. Ese verano que durará toda una vida en el recuerdo.
Los tópicos nunca son buenos compañeros, pero, mal que me pese, el primer amor nunca se olvida. Jonás Trueba ya lo atestiguó en su particular reconquista («La esperanza del reencuentro»). Aciman y la dupla Luca Guadagnino+James Ivory (mano a mano entre dirección y guión) también lo han atestiguado con Llámame por tu nombre, una novela/película que va más allá del molde coming of age cuyo conflicto central no es la orientación sexual de sus protagonistas ni la ocultación de su romance (nunca se juega con el «¿Les pillarán y se liará la de San Quintín»?) sino la cocción a fuego lento del amor entre dos hombres y el destino de cuasi tragedia griega que les aguarda: la realidad.
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Soy incapaz de expresar en palabras todo lo que Call me by your name me hizo sentir, primero durante su lectura y después su visionado. ¿Todos? hemos vivido ese primer amor (que no supe gestionar, que me vino grande, con el que jugué pensando que era un mero pasatiempo sexual), ese verano decisivo (pasear por La Laguna con mi amiga Mars y pedir al verano de 2012 un amor estival que acabara en septiembre. Se cumplió, vaya si se cumplió...) esa pérdida de la inocencia, ese contar las horas-minutos-segundos hasta que le ves, ese pensar que ya no es tu amante sino tu enemigo porque no te presta toda la atención del mundo («Traitor!», como diría Elio), ese dejar huella en algunos lugares que siempre te/me recordarán a él... El Aranjuez de Sampedro.
Pero es simplemente eso: un recuerdo. Para toda la vida. Tu primer amor. Tu primer polvo con amor («¿Qué prefieres? ¿Un polvo con alguien desconocido muy salvaje o un polvo con alguien conocido del que estás enamorado?», diría la Lucía de Medem). Tu primer corazón roto. Tu primer y último verano con 18 años, pavoneando el plumaje de la inmortalidad. Sin embargo,... «Later!», como diría Oliver.
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Lo que más me sorprendió de la adaptación cinematográfica fue la incorporación de un diálogo de sobremesa entre los padres de Elio y un matrimonio amigo sobre la muerte de Luis Buñuel, la cual tuvo lugar un 29 de julio de 1983, el mismo verano del affaire protagonista de Call me by your name. «El cine es un espejo de la realidad y un filtro», diría el marido de dicho matrimonio.
Puede que Llámame por tu nombre no sea el espejo de nuestra realidad física (al fin y al cabo, es una historia de niños ricos intelectuales –a diferencia de Moonlight, Weekend o Brokeback Mountain por ejemplo– en la que se desatiende el conflicto de ser queer durante la década de los 80 en un país como Italia; la casona/familia es una burbuja protectora), pero sí es el espejo de nuestra realidad emocional al apelar, no a lo que vivimos, sino a lo que sentimos con la edad de nuestro Elio.
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