La primera en caer fue 'Les Amours Imaginaires' (Los amores imaginarios, id, 2010).
-¡Espera!
- ¿Qué?
- Aún no has contando quién es Xavier Dolan...
- ¡Ah! Es verdad... Pues es un actor, productor, director y guionista canadiense. El tío tiene tan sólo 24 años y ya tiene cuatro películas a sus espaldas. Tiene pintas de hipster y gafapastas y es gay. Muy gay. Sus películas también son muy gays.
- Percibo cierto negatividad.
- Quizás.
- Vaya... ¿Por qué?
- ¿Sabes lo que significa el palabro "postureo"? Pues él y su cine son eso de vez en cuando: puro postureo.
Continuemos; 'Les Amours Imaginaires' es la historia de dos amiguísimos -chico y chica- que se enamoran de un adonis moderno rubio y cómo intentan llevárselo a la cama. No es el típico triángulo amoroso. O sí. Ambas afirmaciones resultan certeras a la hora de describir una reimaginación de una trama tan gastada como efectiva. Lo que más atrae de la narrativa que despliega Dolan es la falta de información; el espectador, al igual que sus dos enamoradísimos protagonistas, desconocen las intenciones reales del tercero en discordia. En resumen, si le va la carne, el pescado o las dos cosas. Estéticamente la realidad es deformada hasta el punto de que varios pasajes de la película parezcan videoclips; algunos de ellos están ejecutados de forma tan brillante (*) que un servidor los considera su mejor baza. Pero también su talón de Aquiles. La búsqueda desesperada del amor es lo que hace imperfectos y humanos a sus personajes pero también irritables sin embargo Dolan escribe diálogos ingeniosos con una mala baba que provoca carcajadas y le da un final macabro y retorcido al conflicto (*) que en su conjunto, el largometraje se gana el notable.
(*) Para muestra un botón. Y otro.
(**) Aviso, spoilers | Durante los últimos minutos la percepción hacia los personajes muta. En un principio la pérdida de la amistad de Nicolas coloca al espectador de parte de la dupla Francis-Mari; son ellos quienes lo han pasado mal. Después el reencuentro del triángulo tras un año coloca de nuevo al espectador de parte de ellos: que bien sienta su actitud vengativa. La tristeza se ha convertido en resentimiento y se les comprende pero entonces llega la escena final con Francis y Mari buscando un nuevo objetivo sexual entre la multitud bailando; Nicolas era la víctima después de todo.
La segunda en caer fue 'J'ai tué ma mére'(He matado a mi madre, id, 2009). El título tan sólo es un aperitivo de lo que uno va a presenciar: la muerte metafórica de la relación materno-filial. Sin filtros, sin vergüenza a mostrar de más, con gritos, lloros y discusiones. No falta la presencia de la homosexualidad del protagonista como uno de los conflictos entre madre e hijo ni tampoco la de fragmentos con apariencia de videoclip (*). Si 'Les Amours Imaginaires' me pareció un tanto artificial, ésta en cambio me pareció sincera y muy real al verme reflejado en muchas de las situaciones. Se ganó el excelente. Sus personajes son también irritables pero esta vez sí provocan comprensión. Su fragilidad es lo que impide rechazarlos porque nosotros somos exactamente iguales; reimos y al minuto lloramos. Queremos y al minuto odiamos. Viscerales como todo ser humano. Quizás una madre o un hijo sacan lo peor de nosotros: nuestros particulares doctor Jekyll y señor Hyde. El final es otro acierto más.
(*) Me quedo con la escena de sexo entre el protagonista y su novio. Cuanta rabia y pasión.
Aún tengo pendiente 'Laurence Anyways' y el principal motivo de ello es su excesiva duración. Sus dos películas previas no pasan más allá de la hora y media (*) sin embargo ésta dura nada más y nada menos que 168 minutos. A ver quién es el listo que me convence para verla.
(*) Siempre defiendo que 90 minutos es la perfecta duración en el cine, como máximo dos horas.
Continuemos; 'Les Amours Imaginaires' es la historia de dos amiguísimos -chico y chica- que se enamoran de un adonis moderno rubio y cómo intentan llevárselo a la cama. No es el típico triángulo amoroso. O sí. Ambas afirmaciones resultan certeras a la hora de describir una reimaginación de una trama tan gastada como efectiva. Lo que más atrae de la narrativa que despliega Dolan es la falta de información; el espectador, al igual que sus dos enamoradísimos protagonistas, desconocen las intenciones reales del tercero en discordia. En resumen, si le va la carne, el pescado o las dos cosas. Estéticamente la realidad es deformada hasta el punto de que varios pasajes de la película parezcan videoclips; algunos de ellos están ejecutados de forma tan brillante (*) que un servidor los considera su mejor baza. Pero también su talón de Aquiles. La búsqueda desesperada del amor es lo que hace imperfectos y humanos a sus personajes pero también irritables sin embargo Dolan escribe diálogos ingeniosos con una mala baba que provoca carcajadas y le da un final macabro y retorcido al conflicto (*) que en su conjunto, el largometraje se gana el notable.
(*) Para muestra un botón. Y otro.
(**) Aviso, spoilers | Durante los últimos minutos la percepción hacia los personajes muta. En un principio la pérdida de la amistad de Nicolas coloca al espectador de parte de la dupla Francis-Mari; son ellos quienes lo han pasado mal. Después el reencuentro del triángulo tras un año coloca de nuevo al espectador de parte de ellos: que bien sienta su actitud vengativa. La tristeza se ha convertido en resentimiento y se les comprende pero entonces llega la escena final con Francis y Mari buscando un nuevo objetivo sexual entre la multitud bailando; Nicolas era la víctima después de todo.
La segunda en caer fue 'J'ai tué ma mére'(He matado a mi madre, id, 2009). El título tan sólo es un aperitivo de lo que uno va a presenciar: la muerte metafórica de la relación materno-filial. Sin filtros, sin vergüenza a mostrar de más, con gritos, lloros y discusiones. No falta la presencia de la homosexualidad del protagonista como uno de los conflictos entre madre e hijo ni tampoco la de fragmentos con apariencia de videoclip (*). Si 'Les Amours Imaginaires' me pareció un tanto artificial, ésta en cambio me pareció sincera y muy real al verme reflejado en muchas de las situaciones. Se ganó el excelente. Sus personajes son también irritables pero esta vez sí provocan comprensión. Su fragilidad es lo que impide rechazarlos porque nosotros somos exactamente iguales; reimos y al minuto lloramos. Queremos y al minuto odiamos. Viscerales como todo ser humano. Quizás una madre o un hijo sacan lo peor de nosotros: nuestros particulares doctor Jekyll y señor Hyde. El final es otro acierto más.
(*) Me quedo con la escena de sexo entre el protagonista y su novio. Cuanta rabia y pasión.
Aún tengo pendiente 'Laurence Anyways' y el principal motivo de ello es su excesiva duración. Sus dos películas previas no pasan más allá de la hora y media (*) sin embargo ésta dura nada más y nada menos que 168 minutos. A ver quién es el listo que me convence para verla.
(*) Siempre defiendo que 90 minutos es la perfecta duración en el cine, como máximo dos horas.
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