En el mundo de las series, volver a los orígenes puede tener dos respuestas, la negativa, es decir, un intento de dotar a la ficción de frescura siendo más un retroceso que un paso hacia delante y la positiva, que hace que lo que estés viendo te haga recordar al mejor tramo/momento de la serie. Y Fringe se encuentra en el segundo barco, porque aunque no llegue a entusiasmarme como si hizo durante la primera (y tan valorada) mitad de la tercera temporada o incluso durante sus dos anteriores, esta cuarta temporada, absolutamente empapada de guiños al pasado y casos autoconclusivos, reciclando tramas e incluso personajes, va cogiendo tono poco a poco. Fringe es ciencia ficción, pero últimamente se ha dedicado más al tratamiento de temas mas bien terrenales, a sus personajes y sus emociones que a hacer estallar la trama, que ya de paso, me gusta mucho la idea de los cambiaformas 2.0. a pesar del olor a nostalgia que ha desprendido este último capítulo con la mala de turno escribiendo en la ya famosa máquina de escribir. Acerca de la trama central del inicio de la temporada, era inevitable el regreso (sin muchos artificios) de Peter y no creo que haya sido un movimiento acobardado por parte de los guionistas el traerlo de vuelta tan pronto. Lo que si que creo es que los guionistas han arriesgado poco en las innovaciones (sutiles mas bien) de este tercer universo, o por lo menos estas novedades se están desvelando a cuentagotas.
Sin prisa pero sin pausa, así está Fringe actualmente.
Sin prisa pero sin pausa, así está Fringe actualmente.
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