Spoilers ligeros | Ya era hora de reivindicar en mi blog una de las películas que más me ha gustado de lo que llevamos de 2013 y, ¿por qué no?, una de las que más me ha llegado al corazón. La de veces que habré visto los últimos minutos del largometraje; ese broche final a una apasionante historia de amor llena de casualidades y dramas con ecos de tragedia griega. 'Los amantes del círculo polar ártico' es la historia de amor -en mayúsculas- entre Anna y Otto (¡el piloto!) desde su infancia hasta la vida adulta; es el relato de un amor en secreto pero el más intenso y duradero de todos. Su originalidad no reside en la premisa y/o el argumento inicial del largometraje -¡oh, el amor entre dos hermanastros!- sino en el desarrollo del mismo y el cómo a través de los ojos y la voz en off de sus dos protagonistas, convirtiéndose el doble relato en la gran baza de la película y esquivando todo tipo de repetición en la sucesión de los hechos a pesar de su esquema aparentemente repetitivo. La narración juega con nosotros y nos manipula pero gusta; uno vive el drama con mayor intensidad, como si de repente se convirtiera en esos amantes que de pasajeros tienen poco. El desbordamiento de sentimientos tiene un gran as en la manga: la música compuesta por Alberto Iglesias, la cual multiplica por mil el compromiso del espectador con Anna y Otto, deseando un final feliz a pesar del paso del tiempo y los inevitables bandazos y reveses de la vida.
Como ya avanza el título, es una historia con final cerrado como si de un círculo se tratase y esa es su mayor magia: comprobar lo cíclica que resulta la vida con principios, casualidades tontas, imprevistos crueles y finales. Volad con la película durante 114 minutos como los aviones de papel de Otto, haced el amor con el sonido de la lluvia de fondo como lo hacen los protagonistas y esquivad su mayor error: no gritar a los cuatro vientos su deseo y amor mutuos. No paséis a mejor vida por (ausencia de) amor, es la peor muerte de todas y la más triste y solitaria. Viajad a Finlandia y convertid el frío el calor, la noche en el día y el recuerdo en presente. Comprad corazones rojos. Tan sólo huid del tiempo y que nunca os alcance. A Anna y Otto nunca les alcanzó... o sí -¿quien sabe?- , pero ellos esperaron aquellas noches mirando al sol. Fueron valientes y saltaron por la ventana.
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