Empecé este blog con 16 años y otro nombre (Dime que series ves y te diré cómo eres). En un principio solo hubo cabida para las series de televisión, pero más tarde amplié el contenido a todo aquello con un mínimo de ficción, incluso la propia vida. Decía Susan Sontag en Contra la interpretación que «en las buenas películas existe siempre una espontaneidad que nos libera por entero de la ansiedad por interpretar». Pero Carrie Bradshaw también decía en la excelente Sexo en Nueva York: «No pude evitar preguntarme».

sábado, 27 de abril de 2013

Eterna espera


"Entonces decidió aprender a tocar la tuba, el único instrumento que podía simular el dolor de una sirena en la niebla..."
Esta semana me he sentido muy francés, muy Mathilde, la protagonista de la preciosa pero, a ratos, confusa 'Un long dimanche de fiançailles' - 'Largo domingo de noviazgo' (Jean-Pierre Jeunet, 2004). La muchacha, una versión menos encantadora de Amélie con cojera y optimismo exacerbado incluidos, dedica su vida a esperar una señal, ya sea una llamada de teléfono, una carta o alguna trivialidad que para el resto de los mortales carece de significado, que le sirva para mantener intacta la esperanza de que su prometido, dado por muerto en la I Guerra Mundial, continúa vivo. Reminiscencias de un amor pre-adolescente con un faro como telón de fondo en un presente desalentador y oscuro. Pero el amor mueve el mundo y Mathilde se intentará hacer con la suya; su amado no murió. La trama en sí, como ya he referido al inicio, resulta confusa por la cantidad de nombres, caras, historias y datos que la protagonista va hilvanando en su interminable investigación; pero lo importante del relato es la historia rebosante de pasión y ternura entre Mathilde y Manech desde su infancia hasta el momento de la acción. El paisaje parece abrazar el apasionante drama, resultando de lo más colorido y vivo. El final, de una sensibilidad y coherencia abismal, es un puñetazo a la incredulidad y a nosotros mismos, expectantes de un final del que somos incapaces de prever. Jean-Pierre Jeunet se marca un cliffhanger cocinado a fuego lento. Yo, infiel al género bélico, sucumbí. Pero nunca más, ahí está Roman Polanski, testigo de mi hartazgo de 'El pianista' (id, 2002) e incapacidad de contemplar su tramo final. Por eso mismo, 'Largo domingo de noviazgo' no es otra más. Es algo más. Sale Audrey Tautou. Y Marion Cotillard. Y Jodie Foster.

Recuerdo ver esta película en junio de 2012; siempre me recordará a una amiga que actualmente vive en París. Tan sólo unas semanas antes había terminado la selectividad y contemplaba cómo el futuro se expandía ante mí en infinitos caminos de posibilidades. Ya estoy en el futuro y, por desgracia, lo único que hago es esperar una llamada para poner fin a estos últimos seis meses. Mientras, seguiré tocando la tuba.

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