Aviso, spoilers de la primera y segunda temporada de 'In Treatment' | Madre del amor hermoso. ¿Cuánto drama puede soportar Paul Weston, protagonista de
'In Treatment'? Permitidme una apreciación antes de responder a ello. Durante la primera temporada, a medida que se acerca su final, los pacientes de Paul parecen (tan sólo parecen...) ir recuperándose de sus heridas y encontrando la solución a sus problemas, mientras que él presencia cómo su mundo poco a poco se derrumba tanto en el aspecto familiar como profesional. Ya en los episodios finales se confirma lo expuesto a lo largo de 43 episodios: no hay paz para Paul ni tampoco para la mayoría de sus pacientes. No hay punto y final, tan sólo punto y a parte. Nosotros, los espectadores acomodados en el sofá, no presenciaremos un
"fueron felices y comieron perdices" y menos con el
mazazo emocional (¡menudo cliffhanger!) que supone el desenlace de la trama de Alex: su muerte y el consecuente efecto en la relación Paul-Laura. Se le da respiro e incluso esperanza al espectador, ¿Y si Paul dejara definitivamente a su mujer para estar con la mujer que realmente ama? ¡Iluso! Paul sí decide divorciarse de su mujer pero en el momento de la verdad, el momento en el que va a casa de Laura a soltarse ese
te quiero que le ahoga, se da cuenta de que no hay
te quiero. Ole. Al menos me consuelo con el satisfactorio desenlance del intenso arco argumental de Sophie. De Jake y Amy, mejor no hablo; son el eslabón más débil y menos interesante de la serie aunque he de decir que ver a Josh Charles con barba y pintas de
guarrete es un placer. Y Kate, ¡bah!, me importan un rábano ella y su viaje a Italia con su amante. Yo estoy del lado de Paul y quiero que él sea feliz y deje de empatizar de forma tan peligrosa con sus pacientes.
Pero vistos los primeros cinco episodios de la segunda temporada, parece que se avecinan nuevos pero revueltos tiempos para el protagonista: Paul vive ahora en un apartamento en Brooklyn tras divorciarse de Kate, su mujer, quien continúa viviendo junto a sus tres hijos a las afueras de Maryland. Pero no sólo tiene que hacer frente a una vida en solitario con 53 años sino también a la demanda por parte del padre de Alex por
mala praxis. Bombazo y cliffhanger a las primeras de cambio. Pero
de oca a oca... y tiro porque me toca: dicha demanda obligará a Paul recurrir a un bufete de abogados donde se reencontrará con Mia, una paciente de hace veinte años que, todo parece indicar, estuvo enamorada de él. Bombazo y cliffhanger de nuevo, esta vez en los últimos minutos del 2x01. Gracias a esta revelación (un tanto
culebronesca, reconozcámoslo) con el atardecer y los rascacielos de Brooklyn de fondo, uno se da cuenta de que el listón va a continuar siendo muy alto. Me alegro del cambio de escenarios, le proporciona mayor dinamismo a la serie en cuanto a espacio.
Hablemos de los nuevos pacientes; la primera semana de cada temporada de
'In Treatment' juega con la baza del misterio, tónica habitual de la serie pero con mayor presencia en sus capítulos introductorios. ¿Qué les ha ocurrido a estos
pobres diablos para acabar en el ya famoso sofá de Paul? April y su cáncer, Oliver y el divorcio de sus padres, Walter y su insomnio... El segundo año de la serie ofrece un mayor abanico de edades lo que supone un gran acierto. Los viernes nos trasladamos de Brooklyn a Maryland para hacer una
visitilla a la encantadora Gina (¿está más delgada Dianne Wiest?), el mayor apoyo del protagonista, quien recurre a ella para afrontar todos los cambios de su vida. Gina por fin ha publicado su novela y ha vuelto a ejercer como psicóloga; su melena suelta y su sonrisa indican el inicio de una nueva y más feliz etapa en su vida.
Varios apuntes:
Si hay algo que me chirría de
'In Treatment' es su retrato de Paul como un
donjuán y un
rompecorazones; ya no sólo por la aparición de Mia sino también por la de Tammy, su primer amor y ahora paciente de Gina.
La muerte continúa presente, April y su cáncer son la personificación tanto de la muerte de Alex como la de la madre del psicólogo, quién murió de cáncer también. Lo que faltaba. Demasiados fantasmas en un pequeño apartamento de Brooklyn.
¿Volverán a aparecer en pantalla Kate y sus hijos?
"Mis bombas serán palabras [...] Mi lengua será un misil" cantan los de
Supersubmarina con su
Canción de Guerra. Ocho palabras que definen a la perfección la esencia de la serie. Presenciaré entonces la guerra (¿de desgaste?) sentimental y emocional de todos sus personajes. Ojalá que no haya vencedores ni vencidos ni tampoco treguas que no llevan a ninguna parte; tan sólo la firma de la paz. Para todos.
Sigo pecando de iluso, lo sé.